
Dadas las jerarquías, las ayudas ocultas,
me cupo de maestro un genio de la piedra;
me arrebató en el vuelo de sus zapatos patria
y aún respiro el embrujo del mundo que me diera.
Quién sabe en qué corrida se andará machucando,
recogiendo las colpas, los llampos, los verdiones;
los cateadores viven un sueño devorante
y avanzan sobre el filo entre todo y la nada.
Ya langosta tucura saltaba peñas agrias
o piojo en el sombrero del Rinquilipunchiz;
lo veo haciendo quites a la fuerza de abajo
donde la muerte empolla su tremenda huevada.
Recogido en las noches sobre el rastro del puma,
con los ojos abiertos parecía dormido.
Contaba las estrellas para llegar a algo
cuando escarchan los cielos lapas de soledad.
Contra la usura de los cerros mudos
metía el pico minero hilvanando una guía;
con el puño crispado ponía la esperanza:
flor abierta en el rastro de los mares perdidos.
Bajas leyes de oro le agotaron los días;
el cobre que pintaba ya pinta en otras manos.
Picapiedra en lo alto, pájaro del soroche,
la noche que te esconde dado un grito aquí.
de La raíz en la roca (1970)
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